domingo, 9 de marzo de 2008

Como existir

Y las flores desde abajo… ella sube a su habitación. Veo que ya es tarde, la oscuridad repentina y las estrellas desparramadas por doquier. Un aire fresco oscilante y una sensación de complicidad dual. Recuerdo ahora su expresión despreocupada, al subir la escalera. Seguramente esté al igual que yo, pensando en lo absurdo que pueden llegar a ser las situaciones humanas por excelencia. Una mirada complice, una mirada sin razón, nada mas allá de allí, solo la duda, el aire fresco oscilante. Existiendo el, en su andar. No nosotros, solo contemplarlo. Nuestros actos son tan arbitrarios como las palabras que no decimos. O escupimos al mar. Si conociera las palabras que ella quiere escuchar, no tendría que preocuparme por errar. Pero que de esos ojos brillantes, de esa sonrisa incondicional. Ya no sería lo mismo. Perdería el encanto, en parte. Si tuviera la forma…

Una mano en mi espalda, suave, tierna, temblorosa y audaz. Rodea mi pelo, sujeta mi cabeza. Es ella. Me besa el cuello, y puedo sentir su respiración. Su cuerpo no puede esperar, algo en ella cambio, fue su cabeza. Ahora sabe existir.

Gabriel G.